Paraguas

Explorando la sensación familiar de soltar para alivianar el camino, a pasar entero el vacío del estómago, la compañía del silencio para meditar los suspiros y las palabras innecesarias, hay una palma arrebatada por la mareta entre la garganta y el alma se mueve por la voz de los que se confiesan: "soltamos al pájaro porque vimos que enjaulado estaba triste", otros pájaros vuelan más lejos, la ciudad huele a encuentro, el fuego interior se incrementa, la respiración deambula confundida por los sentipensares, el impacto es por entender que los amores libres vuelan, son fugaces, pasajeros del tren enrarecido de los ayeres y los ríos crecidos, hay una borrasca en mi cabeza, se calma con el impulso de un beso protector, del abrazo gigante de Laura, el camino a la avenida del río está separado por callejones solitarios y faldas muy empinadas, en realidad parece que patinamos sin frenos hacia la furia de los carros, una cuadra más y nos sentamos en el andén para mirar el alambrado público y las tórtolas que llegan a dormir allí, un taxi ya viene, la lluvia ya está ahí, un beso agridulce de despedida entre el reclamo de un sexo mal correspondido. El camino está cubierto por la sombra cómplice de muchos árboles, el sonido del río corriendo hace ritmo con las palabras borrosas del taxista, el semáforo en rojo se riega en el parabrisas lluvioso. Hay luz verde para caminar, la libreta de apuntes está expectante en la mesa de noche, en la ventana abierta el humo carbura las miradas cómplices, la puerta está abierta, los gatos duermen. 

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