Sólo cometas monte arriba

I come undone resuena en el taller de escultura, en la pared que se sabe inventar las formas de una mujer de piel morena que se recuesta en las notas como con rabia y el mono carga la guitarra y fue el responsable de los coros, pero la voz de ella invade, es un telegrama  mal redactado pero que llega a todas partes. Es la telonera de una premonición, es pero no por Nasar ni los hermanos Vicario, el cronómetro de la muerte anunciada que edifica un parafraseo barato, como las noches así, rotas por las palabras que se escaparon del libro que a veces cargo para no sentirme tan liviano, rotas por las lluvias incendiadas de plomo, espacio público, glicerina y tristeza que rebota en la cara filosa del andén. Giras por la esquina precisa en el laberinto de los buenos instintos y sientes que eres un alce revuelto por la desidia y atraído hacia el olor a sangre de un depredador que te observa ya desde hace unos días. No puede ser que te conviertas siempre en el venado que atropellan. Ves a una cucaracha en cautiverio y fornida. Ves el atardecer de otros, el quisquilloso invento de las lunas y los regalos que la gente absorbe para prometer cosas y eventualmente no cumplirlas pero a nadie le explicaron que las promesas son como dardos al mar, nunca se sabe las coordenadas correctas y por eso y por no escribir al pie de volcanes como Alma, nunca se apunta, porque prometer es joder al futuro, es quitarle el empleo de negociar presentes y subastar pasados. Hay una araña en la esquina y otra afuera entre el cableado. La primera es alimentada por una polilla y no me pierdo el proceso, un acercamiento brusco seguido de un amague de ferocidad. La polilla es un instrumento y la araña la toca como si supiera lecciones de piano y se trepa mientras la red tiembla, tiembla como un arpa que levita y sostiene el homicidio y no hay morgue cerca. La araña se aparta instantes y regresa decidida a envolverla y la pollila ajustó sus alas no sé si del veneno o del susto o porque sabe que ya no vuelan las posibilidades y ya no la verán de noche dañando cosas. La atrapó y la fue engullendo, masticándola. Afuera el goteo ha inundado el aire arácnido y violáceo. Ves el mar lejano entre ventanas, ves las rocas bañadas por él, por ese sujeto incompleto que se define cada dos segundos en las olas y la sal marina y muchos puñados de arena muerta. El mal de tierra se pega del corazón, crece maleza y aún no descubren cómo meter una podadora que organice esa área común pero selectiva pero mentiras que uno termina dejando que la gente entre con zapatos y ensucie el tapete porque piensan, piensan mal, que uno hace reset y los tacos se suben, le pagan al que arregla el daño y al otro día los taxis ya no se roban las devueltas y los bancos que antes eran entidades con ánimo de lucro ahora son entidades con desánimo de usura. Quería decirte y perdona el redondeo, es que voltear se ha puesto en mí como verbo rector y creador, que tus alas están rotas porque montas a todos allí y los haces mirar hacia abajo pero no los bajas, los alimentas con negativas porque huir de ti es más cómodo que enfrentarte pero no te afanes, hay gente que nace para ser y otra para no ser, sé porque lo sé y no me detengo al porqué, que sé más a ritmo cardíaco que a neuroneo previsor y el que está llevando la relatoría que me apunte esto porque no quiero que se me olvide. Si puedo apuntalar adoquín en tu camino de herradura, puedo hacer de golondrina y verano en el mismo plano secuencia y sóplele, mójese, traiga la candela, vea la cuento lo que pasa es que eso altera la conciencia y extralimita los sentidos, vaya aterrizando tal cual el cóndor, tal cual las corrientes de aire caliente que ascienden con el aura de gallinazo poeta y disc-jockey alerta. 

Acá son las 4: 49 de un día que va desplegando los escenarios por fracciones, ya los pájaros, ya en un rato el crepúsculo y ya en un rato se acaba el murmullo ensordecedor de los árboles y ya por ahí en unos veinte minutos se pinta a brocha gorda un dolor más y un vertigo pendiente en el hipotálamo que dispara en ráfaga las figuras en el techo, el músculo resentido y la tembladera del sensor de movimiento que se incorpora con las ilusiones y las falsas ilusiones, paréntesis que al final terminan siendo cometas, sólo cometas monte arriba. 

El gato arañó el mueble gemelo de flores vencidas a mi derecha, sentí el ronroneo y siento que anda a la espera de un roedor. Se subió a mi izquierda como oliéndome, como diciéndome que sí, que sí es cierto el mito de los siete partos pero que regalan seis y lo compruebo porque ahora lo veo sobre la ventana, repartiendo bullas del collar sonoro, observando la quietud y regalando imagino yo, una vida a la noche y al silencio.

Bajaré las escaleras mudo, entraré a la habitación para llenar de más averías el rostro pintado de Heath Ledger y no dormiré por siempre como ese loco pero sí despertaré con otra gente, con mi abuelo o gente así, con canas y manos arrugadas. 


Comentarios

Entradas populares