Lecciones de piano

Tocaba el piano con fuerza, estridente, pum tin pum tan pum tin tan (la onomatopeya que más se acomode, lo que importa es el tono). Tono y fuerza, le daba a ese piano sin saber ni mierda de ese instrumento pero con mucha rabia, como si pudiera decir algo, tocar algo, mentirle a alguien para aparentar cultura, un poco de esto, no sé si de aquello, pero él tocaba el piano con fuerza y yo lo veía, y lo escuchaba, pues intentaba, y los oídos no me dolían a pesar del polvo, de la fuerza, de la rabia, del ardor en el aire, en el corazón de quien tocaba, de quien gritaba con los dedos, con las cejas, con los puños, con los pies, y yo me paré y le dije que el piano no tenía la culpa, que se calmara un poco, que le hablara de los buenos días, de los días con sol y atardecer naranjita y le fue cambiando la melodía, de pronto pude reconocerle una nota más dulce, más cercana a la alegría, al rebote de mariposas. Diez segundos más tarde dejó de sonar.

El piano quedó vuelto trizas. Vuelto rabia. Pero al final tuvo un concierto dulce y fue bonito. Fue por lo menos poesía. 

Comentarios

Entradas populares