Estamos hablando de años después...
Me monté empezando la noche. Iba pensando en cómo se veía reflejada la lluvia en el alumbrado público. Mi ruta era larga y tenía tiempo para ir a muchos lugares en mi cabeza. Estuve en la carretera solitaria del día de la tormenta, saltando y cantando mientras me creía un jinete. Jim Morrison se reía de mí y yo me sentía una estrellita fugaz pero fundida. Estuve en el mar mientras una ola me vomitaba y estuve en el bolsillo repleto de arena.
Un frenón en seco, me hizo golpear contra la ventana.
Mientras me recuperaba del golpe, me pareció ver a Francisco cruzando la calle. Dudé por segundos, pero lo reconocí a pesar de la lluvia. Le grité por la ventana para que se detuviera. Bajé corriendo del bus, pero aún estaba mareado. El bus arrancó y nos encontramos con la mirada.
Un silencio extraño.
- Mucho tiempo sin verlo. Curiosamente hace poco estaba pensando en usted.
- Sí, hace rato... ¿Y eso?
- ¿Tiene afán?
- ...¿por qué?
- Pues para que hablemos.
(Parador de buses)
-¿Y cómo es el horizonte de Francisco por estos días?
- Diferente.
- ¿Qué tan diferente?
- Más cómplice.
- ...¿y con eso quieres decir que has encontrado a alguien?
- Con eso quiero decir que mi horizonte se encontró justo en la mitad de otro horizonte.
- Está bien siga hablando en clave. ¿Cómo es la señorita Horizonte?
- Lluviosa.
- ¿Lluviosa?
- Sí. Es mi tempestad y lo que viene después. Es de color casi crema y sus besos saben a pólvora en la sangre.
- Entiendo.
- Tienes que conocerla. Es mi puente al más allá y mi escalera al segundo piso.
- ¿Es de las que construye entonces?
- No, más que eso. Es ingeniera.
- !Uh!
- Tengo un aguacero pendiente...me tengo que ir.
- Me alegró mucho verlo.
- Igual. Saludos al mar. Supe que se casaron.
- Sí, Albert fue el padrino de la boda. Andamos en las de sal. Con arena por todas partes.
- Nos vemos.
- Eso espero.
...
Y vi perderse a Francisco. Y pensé en lo mucho que lo extrañaba. Contándome sus cosas siempre enmarañadas de escapes poéticos y salidas de emergencia. Veía en sus ojos esperanza, estaban hondos, revueltos en letras y no escondían las viejas cicatrices de los intentos fallidos de encontrar un medio de transporte.
Otro bus me paró.
(Parador de buses)
-¿Y cómo es el horizonte de Francisco por estos días?
- Diferente.
- ¿Qué tan diferente?
- Más cómplice.
- ...¿y con eso quieres decir que has encontrado a alguien?
- Con eso quiero decir que mi horizonte se encontró justo en la mitad de otro horizonte.
- Está bien siga hablando en clave. ¿Cómo es la señorita Horizonte?
- Lluviosa.
- ¿Lluviosa?
- Sí. Es mi tempestad y lo que viene después. Es de color casi crema y sus besos saben a pólvora en la sangre.
- Entiendo.
- Tienes que conocerla. Es mi puente al más allá y mi escalera al segundo piso.
- ¿Es de las que construye entonces?
- No, más que eso. Es ingeniera.
- !Uh!
- Tengo un aguacero pendiente...me tengo que ir.
- Me alegró mucho verlo.
- Igual. Saludos al mar. Supe que se casaron.
- Sí, Albert fue el padrino de la boda. Andamos en las de sal. Con arena por todas partes.
- Nos vemos.
- Eso espero.
...
Y vi perderse a Francisco. Y pensé en lo mucho que lo extrañaba. Contándome sus cosas siempre enmarañadas de escapes poéticos y salidas de emergencia. Veía en sus ojos esperanza, estaban hondos, revueltos en letras y no escondían las viejas cicatrices de los intentos fallidos de encontrar un medio de transporte.
Otro bus me paró.
A veces pasa que el tiempo pasa y las cosas pasan pero nada pasa. Qué lindo aguacero.
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