El último capítulo sobre Azcárate

Ya sé que está cansado del tema, ya sé que puede pensar que nos agobian otros asuntos y que es momento de pasar la página. Y tiene razón. Pero créame, tengo algo que decirle.  Antes debo contarle que no soy admirador de su humor, que no tengo en mi casa la Soho en la que salió desnuda en la última cena, ni he ido a ninguna de las presentaciones que ha hecho en Pereira. 

Tampoco voy a decirle más que Alejandra Azcárate escribió una columna ofensiva colmada de atropellos en contra de las mujeres gordas. Eso ya lo dijeron de mil formas, unas afortunadas y otras cargadas de un tono cercano al matoneo. 

Cuando leí la columna me asombró la crueldad de las comparaciones y sabía que las reacciones iban a ser fuertes. Cuando leí algunas columnas al respecto me quedó un sabor a reflexión más que una cuenta de cobro, pero cuando leí los comentarios que hacía la gente en redes sociales y debajo de la columna de Alejandra sentí que la cosa era aún más grave. 

Me explico: sí, se equivocó. Y mucho. Sí, no fue chistoso. Fue ofensivo y mucho. ¿Pero merece ser crucificada por eso?, ¿insultarla hace que las gordas se sientan mejor y se olviden que la sociedad las discrimina por preferir una belleza plástica?, ¿o lo que hay que hacer es que la gorda Fabiola escriba una columna en contra de las flacas para desquitarse?, ¿o desquitarse hasta que no aguante más le devuelve la tranquilidad a las mujeres ofendidas? No, dejemos ya ese delirio de matones. No insistamos más en que al asesino hay que asesinarlo para sienta lo que se siente. 

En la columna en la que pide perdón, reconoce que se le fueron "las luces, las manos, las patas y hasta el alma."  Reconoce casi seis veces y con "el corazón destrozado" que se equivocó.  Y no por eso el daño es reparado, pero sí es la mejor manera de empezar. ¿O acaso alguien puede decirme una más efectiva? Peor fuera que a pesar de haber dicho lo que dijo, se refugiara en la excusa de la libre expresión y le ofreciera palabras de cinismo a las personas que lastimó.  

Por mi parte, la perdono. Sé que los más avezados dirán que las únicas que pueden perdonarla son las mujeres que ofendió, que esa vieja es una insensible y que no merece compasión. A ellos, también los perdono. Sé también que le vendrán tiempos difíciles y que su columna será el karma que le sacará muchas lágrimas. Pero insisto, no hay por qué empeorarlo. Ya fue suficiente. 

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