El cohete ya arrancó...

VIERNES 13 de julio / 2:07 a.m.

Una demostración de que el odio tiene la forma de un atardecer, tiene el aroma de un cóctel de revanchas, tiene el poder de un aerosol en una pared blanca. 

Lugar hipotético: Dos nubes cargadas de curitas para los raspones y glucosa para endulzar la lluvia.
Lugar real: En la mitad de una tormenta de astros del tamaño de una hormiga. (En cualquier parte pero en ninguna) - [En la esquina más sucia]

Título de la obra:

Y casi llegué tarde y casi no estabas...

Un par de desentendidos conversaban sobre lo que creían entender. Ella una mujer de baja estatura, de ideas no clasificadas. El un hombre con problemas en la rodilla, de ideas rebuscadas. 


La mujer que no inventó el parqués:
¿Por qué te emputa que te entienda?

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
No sé. Tal vez me emputa es que me encanta.

La mujer que no inventó el parqués:
Hablas de ese odio con amor.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Sí, te odio.

La mujer que no inventó el parqués:
Yo te odio, porque son pocas las palabras que se necesitan.
Aunque estemos acá amando las palabras.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Yo te odio aunque estemos acá amando los espacios.
Amo que comprendas como caer lentamente pero con rabia.
Amo que te encuentres y te desencuentres pero que yo te encuentre en la esquina y no pueda tocarte.
Amo que pienses en mí cuando las hormigas hacen la recolección de sus provisiones de invierno.

La mujer que no inventó el parqués:
Yo amo que no existamos como queremos, pero que muramos por existir.
Que pensemos que existimos pero que no nos alcanza la existencia.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Yo amo que amemos la plastilina porque el mundo en plastilina sería más fácil, más digerible, más fácil de explicárselo a los niños.

La mujer que no inventó el parqués:
Y ser niños para volver a nuestro escondite,
para volver a nosotros y cerrar los ojos.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Para irnos de nosotros sólo con tiquete de ida,
para volarnos de nuestras lágrimas,
para no asistir al funeral de una intención,
para no ir al entierro de ningún respiro,
para no entonar la canción de la alegría en un día triste.

La mujer que no inventó el parqués:
Para no extrañar a nadie...porque nadie más importa.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Porque sólo las mariposas que viven un día pueden entrar al reino de los cielos.

La mujer que no inventó el parqués: 
Porque mi lengua no mide 25 centímetros ni mi nombre es Rosa.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Porque no hay reino en los cielos.

La mujer que no inventó el parqués:
Porque el mañana es un invento y el ayer ya lo olvidamos.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Porque se me perdió la cuenta de las cosas que olvidé por estar recordando las cosas que no he vivido.

La mujer que no inventó el parqués:
Porque soy de las que extraña cosas que no existen.
Porque tú no existes, porque deseo existir solo a tu lado.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Porque deseo ser tu lado izquierdo,
tu lado erróneo,
tu lado obsceno,
tu lado asesino,
tu lado y no tu parte de adelante.

La mujer que no inventó el parqués:
Porque a tu lado somos iguales.
Sumergidos en el azul de las montañas
y el amarillo del océano, en el verde de un cielo nocturno.
Porque cuando caigo, tu mano me sostiene y me pierdo encontrándote.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Tu mano que es un harén de muchachas con senos no operados ni caídos y sí jugosos y sí provocativos y mordisqueables,
tu mano es la mano negra de Dios y la mano limpia del Diablo,
tu mano es la mano que acaricia las nubes,
tu mano es la mano que sueño cuando pienso en manos de seda,
tu mano sostiene los remolinos de aire, los remolinos de agua,
tu mano tiene la cura al cáncer,
tu mano ya es inmune al SIDA,
tu mano la consagraron con vino y la profanaron con tequila.

La mujer que no inventó el parqués:
Tu mano que se fue por el sifón. Por entre la rendija, por la persiana indiscreta.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Porque somos el zumo de un juguito de naranja recién licuado.

La mujer que no inventó el parqués:
Porque el hueco de la nada nos absorve en una noche en la mitad del cuerpo.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
¿Hablas del costado que nadie visita?

La mujer que no inventó el parqués:
Sí, donde todo es oscuro y sólo estamos los dos. Sentados en un cohete.
¿Hacia dónde quieres que nos lleve?

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
¿Vamos en el cohete que iba a la Luna pero se arrepintió?
Está bien, quiero que nos lleve al concurso de los que no existen.
¿Quieres ir?
Allá nadie es nadie.

La mujer que no inventó el parqués:
Porque nadie nos espera.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Y podemos hacer cualquier cosa menos nada.
Y la esperanza no es una posibilidad

La mujer que no inventó el parqués:
...y nadie nos extraña. ¿No es así?

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Es así porque ya todo está dado, porque ya todo está completo.

La mujer que no inventó el parqués:
Debemos visitar a nadie porque nadie siempre nos acompaña.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Sé que lo dices porque nadie nos ofrecerá una cama cómoda.
Pero entonces nadie nos dirá que tendremos que buscar un motel.

La mujer que no inventó el parqués:
Y el sexo será de nosotros y de nadie.
Nadie estará con nosotros y nos fundiremos los tres.
Porque nadie más importa y el cohete ya viene de regreso,
y necesitamos volver a escapar.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Ese día probaremos que los tríos no son un peligro
y que escapar es la única vía de escape
y que escapar es como tirarse por el tobogán con puntillas
y unos cuantos alacranes (grandes porque los chiquitos sí son venenosos).
Y ahí vamos de nuevo, bajando hacia la cascada de intenciones.

La mujer que no inventó el parqués:
¿Lo dices porque no vale vivir de esperanzas si no sabes lo que esperas?

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
No, lo digo porque de pronto alguien te llama a la puerta y te dice: ¿desea ampliar la banda ancha por sólo 10.000 pesos adicionales?
Y uno piensa que lo están robando en la cara,
y les dices que no 'mariqueen' más la vida, que se vuelvan serios. 

La mujer que no inventó el parqués:
Sí, uno les da el discurso de que la vida es más simple,
que es más lenta, que es más 'se me cayó la red' y no tanto 'venga véndame velocidad'.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Y ellos se van calladitos, pensando 'uy este mundo está lleno de tacaños, de zarzamoras, de polvitos blancos'.

La mujer que no inventó el parqués:
Luego de eso, sólo queda mirar por la ventana y ver pasar a la vecina gorda.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
La hemos visto juntos. Es la vecina que comenta siempre en voz baja
que la mamá de uno no hace nada, que el novio de la mamá de uno es como raro,
y que uno seguro seguro es marica.

La mujer que no inventó el parqués:
Sí, es la que va al supermercado con 3 niños.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
La que compra la promoción del tarrito para el gimnasio.

La mujer que no inventó el parqués:
Sí, la que tiene otros 2 niños en la casa,
pero que se asusta al oir la palabra pene.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Que al oírla dice: 'por Dios el pene es una palabra satánica'
y entonces el pene se enfada,
y le manda una carta escrita con babas (con semen) y le dice :

Querida señora
No sea güevona.
Yo sí sé por qué se lo digo.
Yo sé que usted piensa que no vino de mí.
Pero quiero contarle
que yo tuve que hacer mucho esfuerzo
Que las olimpiadas de esperma
fueron complejas
hubo pruebas de antidoping
y estuvo el FBI, la DEA y toda esa gente marica que habla en inglés.

La mujer que no inventó el parqués:
Vea señora,
no sea bobita que la vida es eso: sexo.
Y no hay vida sin emoción,
y yo sé como la emociona que su marido se lo haga,
aunque usted sepa que él ya no la desea,
que para eso tiene secretaria.
Pero entonces usted sueña que el jardinero, el celador, el vendedor de pizzas,
que todos la hagan suya, y que le digan mamita rica.

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
Señora yo sé que usted desea es llenar el clóset de zapatos,
y que las tiras de sus bragas se coloquen solas
para ahorrar tiempo.
Y que por la mañana no le coja la tarde,
y tenga que pasarse tres semáforos en rojo
e hijuputiar media ciudad
y mirar como un culo hasta por la noche,
cuando se enfrenta a un esposo que es infiel, que no quiere a sus hijos porque lo único que les da es todo lo que ellos quieren.
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La mujer que no inventó el parqués:
(te odio entre paréntesis)

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
(te odio por las cosas que sé que descubriré y las que no también)

La mujer que no inventó el parqués:
(te odio por tus ausencias, porque hacen de tu presencia pequeños éxtasis en la madrugada)

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
(te odio cuando me defines en tres renglones y siento que no puedo escapar de una sinceridad que me delata, que nos delata para seguirnos leyendo entre líneas y escribiendo más allá de cualquier línea posible)

La mujer que no inventó el parqués:
(te odio porque esto es de no acabar, porque nos tenemos a las 3 de la mañana y me voy a dormir pensando en el sexo de las hormigas)

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
(te odio porque tus cachetes parecen almohadas que uno quiere morder hasta saciarse. Porque tendremos una orgía con un grupo de hormigas lesbianas y me dirás que quieres repetir pero con las nubes)

La mujer que no inventó el parqués:
(te odio porque soñar contido es como vivir en una orgía, dormir en nubes rosadas, acariciar el sol y quemarnos con los ojos cerrados)

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
(te odio porque sé que aquél beso que nos dimos fue como jugar al escondite, como gritarnos maricaditas en silencio, como decirnos hey quiero que sepas que no quiero que sepas nada, como compartir una complicidad tan orginal que nos hace pensar que nada pasó)

La mujer que no inventó el parqués:
(te odio porque hay complicidades tan grandes que el cuerpo se queda corto, que las palabras son más claras en silencio, porque entre nosotros no hay definición, porque nada de esto es terrenal)

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
(te odio porque quiero verte más allá de un código binario 101010101 que me deja la sensanción de que me mordí la lengua y de que cuando despierte no estarás, sólo tu olor, sólo tu sabor que no se me olvida, sólo tu llanto en la noche)

La mujer que no inventó el parqués:
(te odio por el encuentro, pero sobre todo por el desencuentro que me hace extrañarte, querer encontrarte)

El hombre que no alcanzó a llegar corriendo a París:
(te odio por cualquier cosa, porque te amo por nada en específico)

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El cohete se le acabó la chispa, la chispa se le acabaron las ganas, las ganas se perdieron el banquete, el banquete no fue el de Platón, Platón no nos descubrió lanzando ideas sobre el amor y el amor se esfumó de la corbata que llevaba el hombre cuando no alcanzó a llegar París corriendo el día en que su mujer se dio cuenta que ella no era la inventora del parqués. 

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