Natación emocional


Despiertan las sombras en la orilla. /@CiertoZarco

Voy sin anzuelos, no voy de pesca. Voy sin los barcos de los demás. Los evito para evitar sentirme minimizado por la seguridad de otros. Voy alegando con la sal como mi tío Pablo que cuando era niño, preguntó después de ser arrollado por una ola y tragar agua del mar, quién le había echado tanta sal a esa agua. Voy depurando las imposibilidades, voy encontrando más allá de las probabilidades los rastros de una sombra mordida por el afán de figurar. Voy sintiendo una masa caliente en mi pecho y sospecho que es mi abuelo. Voy sin aletas, sin impulso. Pero mi pulso es el mar, es la sangre que respiro, es un coral perdido en lo profundo, es una alga reventada por la euforia. Voy vendiendo mis silencios a la espuma, voy regalando mis palabras por un par de sonrisas de delfines, voy sacando mis papeles para que me sea perdonada la debilidad frente a los dientes de un tiburón. Voy violando lo que se pretende intocable, para tocar en violín una melodía angustiosa y perenne. Voy imaginando el piano en la playa y regresando en forma de ballena encallada. No soy el jinete, ni siquiera pretendo ser la semilla de una generación extraviada en dos dedos, tampoco me estoy quejando de ser 70% agua, 10 % carne, 10 % mierda y 10% nada. Sólo quiero ser lo que no soy, para advertir desde una ola que vivir es la marea misma que se cuela entre los dedos de los pies. Sombras, para ser otros. Otros para asombrarse. No hay donde escampar. Llueve en el alma, se inunda el cuarto. Y el mar sólo recibe los restos de una nube que llora sin consuelo. Hágase tu voluntad diosa Tristeza: deja la confianza para los confiados, deja la esperanza para los que esperan, deja la viveza para los que viven y deja un salvavidas desinflado para los que nadan como yo. 

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