Cuando abrió la puerta...

...entró y descubrió que su mujer estaba con otra mujer. Que estaban desnudas en su cama. Que no pararon de tocarse ni siquiera al verlo ahí parado mirándolas. Aterrado porque siempre quiso negárselo. Entonces ellas no les importó nada y siguieron allí descubriéndose y jodiéndose hasta las orejas. En su mente llovían las puertas indicando una vía de acceso al desastre o una vía de evasión de impuestos. Se decidió por desnudarse y unirse. Lo recibieron con un olor a leche materna, con un mordisco en la tetilla izquierda y un beso detrás de la oreja. Las manos fueron más inquietas que nunca, tocaron lo que no puede tocarse por mandato divino y escogieron ser lo que prohibieron los libros del tío extraño que vendía vidas posibles en semáforos a peatones con vidas imposibles. Su pene ya estaba en lugares desconocidos cuando se dejó llevar por la oscuridad de dos mujeres. Cuando entendió que la libertad era una cama rellena de sueñitos húmedos, de almohadas resentidas y de mujeres ansiosas por devorarse y perder hombres en sus caminos corporales, ya era demasiado tarde, ya quería entender qué era el amor. 

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