Un binomio desesperado

Desespero - Escribir

Mientras espero a escribir algo acerca de nada, la nada se convierte en la máxima que interviene. Escribir es encontrar sobre la nada aquello que debiera formar un pequeño fragmento del universo. Sin temor a interrupciones, se cuela por los aires benignos de la duda: la incoherencia, la impertinencia y la fragilidad de lo que es emitido y no será otra vez devuelto. ¡Ah...pero cómo fue que llegamos hasta aquí! ¿Quién nos arrojó a estos quebrantos?

Incluirse en los relatos es relatarse. Y narrarse es derramar la tinta donde hay letras dispuestas a formarse, que es en todas partes donde se encuentra el sentido. Y el sentido puede alegar ser un títere. Y los títeres pueden estar cansados de que los usen en presentaciones infantiles y tal vez algún día puedan preparar un monólogo donde expresen todo lo que no les permitieron decir cuando el telón cerró la posibilidad. Y la posibilidad como decía mi abuelo es mejor aprovecharla antes de morir, porque morir es el fin de las posibilidades. Seguramente que al morirse, mi abuelo no contó con esa posibilidad.

Porque la vida dispuso que debían existir muchas maneras de conocerla, pero a quienes le preguntaron por su predilecta, nunca negó que la mejor fuese el amor y nunca negó que escribir fuese una de las formas más desesperantes de enamorarse. 

Declaro entonces, enmarañado ya en las justas de lo que duele pero que limpia, en lo que navega mientras los barcos se hunden y camina mientras las tormentas de arena se descalzan, en lo que dispone las emociones en la punta de la lengua y el fondo del corazón, en lo que se atreve a definir todo aquello que no vemos pero que hemos decidido verlo, una esperanza liviana de la presión de los desesperanzados y una desesperanza impresionada por el desespero de escribir y amar al mismo tiempo. 

Al final, desesperarse es esperarse a uno mismo y escribir es vivirse en otros ojos para que otros que estén esperándose puedan verse a sí mismos. 

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