Historias de la nada IV

Es como una manera de decirlo, como una forma de suplantar un prólogo...

Se dificulta pasar por encima de las palabras ajenas cuando uno sabe que tocan las palabras propias y las comprometen. Comprometido por empezar lo que no tiene por qué terminarse pronto, escupo de nuevo una red de aforismos, de respiraciones cortas y de alientos mínimos para mirar el horizonte en otros ojos.

En algún lugar donde toman cerveza los asesinos...

Encontraron a cuatro asesinos discutiendo sobre el  negocio. Uno de ellos, dijo que estaba pensando en darse unas vacaciones, pero que tenía que comprarle unos patines en línea a su hija y que para eso debía matar mínimo a 7 personas. Otro puso en discusión el tema de formar un sindicato y empezar a cobrar seguridad social. Dijo estar cansado de que nadie valorara su trabajo y que de hacer huelga era posible que la muerte les concediera sus demandas. Había uno de ellos pensativo. Cuando le preguntaron en qué pensaba, dijo que una funeraria reconocida estaba dispuesta a patrocinarlos si dejaban los muertos cerquita de su local. También expresó su preocupación por el aumento de los suicidios, pues eso disminuía sus ingresos. La gente se estaba matando sola y eso no les convenía. Al pasar la segunda ronda de cervezas, el asesino que faltaba por hablar empezó a llorar. Entre un sollozo y otro, se logró entender: ¿matamos para sentir que estamos vivos o simplemente vivimos para evitar que otros vivan?


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