Renuncia


Se agotaron los insumos en la fábrica 
y no tuvieron más remedio que descontinuar los abrazos, 
decolorar los besos, 
y perder el rastro por el laberinto carnívoro de los días. 
Lo grave es que allí no estuvo Ariadna 
y Prometeo no iba a sacrificarse dos veces por los hombres, 
así que murieron de sed 
y de furia y de amargura...
y de silencio.

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