De la serie: Cosas de mariposas y otras güevonadas.

Capítulo XIX: Letras tímidas en salidas de emergencia


Por: Daniel Alzate
@CiertoZarco

Para Ana, que nunca supe si era anaconda o mariposa o río o cascada o todas las anteriores.

Las mariposas están de luto. A los cocodrilos se les secaron las lágrimas, los elefantes se asustaron con la noticia y las hormigas llevan un cuerpo al hombro. Las nubes serán las responsables de las exequias. El sol prometió encargarse de una cremación natural. Las ardillas accedieron a recolectar las flores.

La noticia de su muerte, me sorprendió una mañana color violeta. Una de esas mañanas que te levantas con la noche en tus lagañas, entre tus labios resecos y tu cabeza vuelta mierda. Al otro lado unas lágrimas tartamudas me hicieron tardar en comprender lo sucedido.

La mató el tiempo dormido entre las fauces de la intriga. La mató la radiación de las palabras mal escritas, los versos impronunciables y los orgasmos nulos. Se murió al darse cuenta que los poetas se marcharon. Dejó de respirar al ver que una abeja violaba a un girasol y que el girasol intentaba decir algo. Días después el girasol abortó en una extraña ceremonia y la abeja se clavó el aguijón para no sufrir más por los señalamientos.  

Disfruté bastante de tus sonrisas alérgicas de nostalgia, de tus ojos enredados en las nubes, de tus expresiones genuinas y con intermitencias de colores. Nunca entendí, por qué los que no ven más allá de nada, pretendieron satanizar nuestros afectos. Si sólo éramos dos mariposas intentando escribir en el árbol de las incoherencias. 

No hay melodías acordes, las palabras han parqueado en reversa, los suspiros se llenaron de sangre, los recuerdos saltaron del puente, los colores se pusieron de acuerdo para no ser arcoiris. La emergencia salió por la puerta, las llantas son puntillas calientes. Continuar sin ti es una insolencia. Seguir nadando es inútil. El flotador se pinchó, ahora soy una foca indefensa. Ahora sólo canto tu nombre en la profundidad, sin importar que el eco irá a morirse en un ola carnívora. 

Ahora las cosas no serán de mariposas. Las güevonadas no serán de mayor ingenio. Las letras están muertas y los silencios tempraneros serán costumbre. Hemos perdido una pieza y sólo queda bajar las persianas. Se perdió el barco y la brújula y el capitán y las estrellas y quedó sólo el mar. Y en el fondo, sólo se ve tu imagen naufragando en mi memoria. 

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