De la serie: Cosas de mariposas y otras güevonadas.

Capítulo XVII: Cuando dos mujeres tienen sed


Por: Póngale nombre a la curiosidad.


Me propuse a escribir sin censura este texto que habla del sexo entre mujeres, específicamente de una noche ardiente y lujuriosa encarnada por quien les escribe. Así que los invito a sumergirse en imágenes cautivas y eróticas que a más de uno dejará con ganas de darle un vistazo a dos viejas follando en directo.

El encuentro entre dos lesbianas puede empezar en un bar, en el baño de una discoteca o en la mismísima calle. Cualquier lugar es bien recibido si las hormonas logran calmarse por unos candentes instantes. Estando presentes en cualquiera de estos sitios, el contacto visual es imprescindible, más tarde el coqueteo y finalmente un baile inadvertido que la una hace para la otra estando en una disco. Tal cual me sucedió precisamente. Si esto funciona, es muy probable que esa misma noche el deseo de un beso llegue a interrogar nuestros labios y más tarde nuestros cuerpos. Dada la química, el cuerpo grita por una escapadita… somos dos fugitivas de la noche que huelen a sexo después de las 3:00 a.m. 

Vamos camino a algún lugar que nos permita estar lejos del explosivo ambiente de la rumba, nos sumergimos en un cuarto a media luz que va guiando nuestros pasos. Las prendas reposan ahora en el suelo, mientras nosotras más vivas que nunca nos sacamos chispas en la cama y rozamos con la mayor suavidad y seducción posible nuestros labios. Hacemos contacto lengua a lengua permitiéndonos hacer movimientos que tarde que temprano serán llevados a nuestras atrayentes ‘zonas prohibidas’. Nos presionamos una a la otra y el tribadismo se apodera del momento, sofocamos nuestras ansias, resbalamos cuerpo a cuerpo, la respiración se agita y los sutiles gemidos ahora entran agudos a nuestros oídos. Todo esto me permite anotarles que la relación sexual entre mujeres tiene elementos muy particulares: el principio o fin del ‘acto’ siempre lleva consigo una fuerte carga de erotismo. Las mujeres palpamos, olemos, miramos, controlamos los tiempos, seducimos y lo mejor de todo, conocemos gran parte de nuestras debilidades. Así que no entramos a un mundo tan desconocido con una ‘desconocida’ como fue este el caso, sólo exploramos sutilmente cada punto débil para subir la tensión y las ganas.

No quiero perder el hilo del tan descriptivo cuadro lésbico que vengo narrándoles, así que prosigo con ello. Luego de seducirnos y calentarnos por largos minutos, ambas estamos hechas fuego, suplicamos reventar mil orgasmos por segundo; porque también estamos derrochando humedad. Ahora nos tocamos, cerramos nuestros ojos lentamente, sonreímos con complicidad, respiramos profundo y exhalamos de nuestros labios repetidas veces: “ahí está bien”. Encontrado el punto de la demencia, carecemos de pudor, nos “bajamos” sin vacilar y nos devoramos como salvajes. Mojamos las sábanas cada vez más, para hacerle tributo a esos ensordecedores orgasmos y al final, quizá nunca nos volveremos a ver. 

Esa noche no fue un pretexto de los tragos, fue una noche sin justificaciones, sin montaje ni maquillaje, fue una noche deliciosa que develó nuestros más íntimos secretos. La escena puede considerarse promiscua. ¡Yo que sé!. También es una gran imprecisión decir que no lo es, ¡pero a la mierda!, lo más interesante del asunto es que fue sexo del mejor y sin reparos. Esa noche fuimos dos lesbianas sedientas de la calidez y sensualidad que sólo una mujer puede ofrecer en la cama, acompañado de un par de ¡tetas fascinantes! Punto.

Comentarios

  1. Espero que esté entre los planes de un editor recoger éste considerable número de experiencias sexuales contadas por veinteañeros de carne y hueso, historias de saliba, sangre, sudor y cuerpos desnudos que subvierten las míticas escenas de MGM y The Film Zone en su horario de media noche. Jóvenes que seguramente nunca fueron los más deseados pero a quienes el deseo los tocó de tal forma que ahora sus letras sucias podrían ser la excusa para un inexorable pajazo, por lo menos para uno mental; mientras las cosas de mariposas y otra guevonadas anuncian un final prematuro para las experimentadas mentes afiladas de quienes han sabido gozar con el pecado, yo me imagino que estarán haciendo los autores x en ésta noche ensalibada.

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