De la serie: Cosas de mariposas y otras güevonadas.

Capítulo XVI: Pogo en las cavernas


Por: Hugo Andrés Arévalo
@RDeRabia


¿Alguna vez  a vos o  a tu pareja se les ha escapado un pedo en pleno acto? Porque a mí no. ¿O les ha dado chucha o se han comido una vieja con pecueca? Porque tampoco me ha pasado. 

10:15 p.m. La luna colgada de las ganas.

-Quiero estar contigo esta noche; quiero estar contigo siempre -me dijo la ex punk– que ahora es una mezcla de nena Visual Kei, Grunge y otras carajadas eclécticas- de cabello dorado mientras el taxista intentaba no mirar por el retrovisor el juego de manos que llevábamos. 

“Yo, caminaré entre las piedras hasta sentir el temblor, en mis piernas”, una hora antes de llegar al hostal, un ambiente de rock en español nos daba el aura de iniciación. Ojos con delineador negro. Sus peces oculares que saltan de ese pozo petrolero hacia mi cara. “Hay una grieta en mi corazón  un planeta con desilusión”, venía yo de perder a una nena con la que quería construir mi vida pero todo falló y ahora la ex punk a la que llamaré Violenta y no Violeta, desataba esas heridas, ese corazón maltrecho y me lo succionó: “yo esperaba más de este día” me gritó mientras sollozaba. Yo la vi con doble intención pero no lo expresé en absoluto con mi cuerpo. “¡Sí! no ha ocurrido nada fuera de lo normal; a mí me gusta romper las reglas, todos los días” “¡Claro punka, eso es normal entre ustedes! Tan rebelde”, pensé. Y antes de que le preguntara maliciosamente qué quería para que su día terminara mágicamente en una decadencia por la que viven los punks diariamente, me succionó el corazón en ese instante con un beso de aspiradora, con esa lengua de cola arrancada de lagartija. Me arrebató el alma. 

¡Qué violencia de vieja! Mi mejor amigo que entra, estaba fumando afuera hacía unos minutos. Yo que abro los ojos, lo pillo. Me hace un gesto de: “seguí con lo tuyo, no me importa, me voy pa’ afuera otra vez”. Juancho se sentó; yo que agarro mi tula; la nena su bolso. Maraña de dedos entrelazados; nena, nos vamos pa’l baño. “Quiero estar esta noche contigo; decime que te quedarás para siempre” me decía mientras me miraba con ojos de lámpara fundida. “Claro, siempre”, le dije. ¡Pura mierda!  Pa’ que vean que hasta una punka arrecha pide sexo a gritos pero no deja de lado el romanticismo, y nosotros siempre arrechos por más románticos que seamos, siempre hablaremos mierda para tenerlas en las manos, o en el pene, diré. Su aliento a Ivanoff vespertino y otros extractos de etanol que consumía diariamente generaban una especie de frescor en donde quiera que me besara. Tas tas. –Hermano, lo siento mucho pero el bar no es para eso- nos sacó el barman del baño. Qué mierda tan hijueputa. Nos sentamos en la sala del fondo y el calentón juego de manos era como meter los dedos a un soplete. 

¿Alguna vez  a vos o  a tu pareja se les ha escapado un pedo en pleno acto? Porque a mí no. O les ha dado chucha; o se han comido una vieja con pecueca? Porque tampoco me ha pasado. Pero les ha pasado que se la comen y la vieja tiene una especie de sangre rara que sale de su ano y le alcanza el perímetro de la vagina? Pues me pasó con Violenta. Y me la comí así, ¿Y qué? Y le bajé, e hice de mi lengua un topo en esa entrada carnosa; y sabía que Violenta era de las que se acostaban con cualquiera, no me importó. Al fin y al cabo era mujer y ambos teníamos hambre y condones; esos que había guardado para ocasiones especiales en las que iba a estar con mi novia, pero que no funcionó. Esos condones que se cansaron de esperar en vano por la mujer con quien quería estar, pero todo falló. Querida: es que el amor no es de tiempo, pero el tiempo sí que nos jode. Yo ya no te pude esperar. ¡Qué orgullosa sos! No me gustan las fáciles, pero te me volviste un imposible y como sé que tengo dignidad, antes de perderla, prefiero comerme a otras mil que seguirte rogando amor.

“Si ven un auto BMW gris pasando por acá, me dicen”, nos advirtió Violenta a Juancho y a mí. Asentimos con la cabeza. Era mediodía; el sol ardía con ira profunda. Y el corto vestido de jean que llevaba la mona, nos dejaba casi que verle sus pezones rosados que yo lamería horas después.  Esas venas blancuzcas y esas nalgas apretadas y paradas nos hicieron desistir de la venta de los instrumentos musicales. “… ¿y dónde estás estudiando ahora, Violenta?, le pregunté para seguir con la charla; hace rato no la veía. Estaba más buena que de costumbre. Pasaron dos horas, Violenta se fue. El auto nunca pasó, Violenta volvió. Se le veía extraviada su aura. –Ve ¿y para dónde ibas con ellos?- le pregunté a ella con doble intención mientras miraba a Juancho, quien me respondía con una risa como diciendo: “sí, parce, esa iba a que le dieran”. Ella no respondió. Confirmó nuestras sospechas.

11:30 p.m. La luna colgada del miedo

Luego de haberla penetrado, me vino en cascada la paranoia. “Esta vieja debe tener alguna enfermedad y yo que le bajo a hacerle sexo oral.” Ya era tarde. Le pagué el taxi para que se fuera a su casa, al fin y al cabo era una vieja conocida, no podía dejar que nada malo le pasara. Llegué a mi casa, oriné, vi el manchón de sangre que bordeaba mi glande; era como si ambos perdiéramos la virginidad esa noche. 

“Soy propietario de tu lado más caliente, soy dirigente de tu parte más urgente”, gritaba Violenta en el bar mientras le pasaba a Juancho una copa de aguardiente. Meses sin verme con mi mejor amigo. Ahora nos encontramos con Violenta y mínimo le daremos hasta que pida rescate por su vagina. Pero Juancho no comió. Menos mal, no me gusta compartir en ese aspecto, aunque fuese mi amigo desde la  infancia. 

Ahora son las 10:00 p.m. del 10 de julio, y la boca todavía me sabe a sangre con aguardiente. El cuello, el pene y la boca me huelen a Ivanoff. 

Comentarios

  1. Esto sí es escribir con calentura estilística. Bien por Álvaro, Amarillo, Optimus Primo Vos... y bien por Dondeelzarco. Se recupera luego de una larga tanda de pornotextos, con aciertos mínimos aunque válida por el riesgo.

    ¡Qué delicia electrizante! Va de locos.

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