La bendita fricción del viento


El tren pasó y no pidió permiso. Estuve esperando en la esquina sólo por verte salir unos instantes. Para oír tus escurridizos suspiros y encontrarme en tus miraditas perdidas. No camines rápido porque me perderé de la armonía de tu cuerpo y de las miles de sinfonías que se me ocurren cuando te pienso desnuda. 


...(alguien corre y mira hacia atrás)

No corras, sólo fue una idea. No es que quiera desnudarte cuando te veo. O bueno tal vez sí quiero, pero a lo mejor eso no se dice. No, no corras. No haré nada. Mis ojos no pueden tocarte. Y mis manos no se mandan solas. Así que descuida.

Yo me conformo con ser el espía de tu silueta y el intérprete de tu silencio. Pero no creas que soy conformista, en adelante quizá me atreva a pedirte que no permitas que la fricción del viento lastime más tus labiecitos estrechos y te besaré de nuevo. Sin importar que el arcoiris salga al revés y que llueva hacia arriba. 

Ya no debes esconderte porque el sol me aseguró que no será tan amarillo contigo y que dejará de ensañarse con mis ojos. Ya no debe preocuparte que te caigas porque el suelo está acolchado de eternos remolinos de aire, así que puedes flotar mientras piensas en el blanco que quería ser negro y salió rosado vestido de azul.

(Continuará...)


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