De la serie: Cosas de mariposas y otras güevonadas.

Capítulo IV: Sin nombre no hay alas

Por: Ana Botero




Y para tirarse a ese abismo es mejor tener unas mágicas alas y evitar estampillarse contra el suelo; mejor estampillarse con las nubes. Nubes sin color pero con olor a mantequilla, y cuando creas que te van a tocar, se derriten en tus dedos -El calor derrite la mantequilla.- Esa es una maldita ley; la de lo efímero y cuando estás cerca a ellas, en menos de un segundo se esfuman y hasta ahí tu deseo. Ya ni olor, ni color, ni sabor. Toca volver a empezar y regalarle un hijueputazo a la insustancialidad de las nubes, del deseo, del amor, del dolor.

Nada que hacer Zarquito ¿Qué puede ser mejor? La adrenalina del vacío al caer por el abismo y luego estallar contra el cemento o la grandeza de volar con unas alas gigantes y creer ser dueños de los algodonsitos hipnóticos que siempre se derretirán antes de tocarlos…

Tal vez sea mejor tener unas tijeras.

PD: Juro que anoche después de escribir, soñé que volaba. Fue una sicótica y maravillosa adrenalina. Lo raro fue que no me estampillé…

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