El día que entendí que un indigente es menos que una persona.


Nada planeado. Los nervios allí en el punto exacto para empezar a preocuparse. Las herramientas de trabajo en el punto óptimo. Salimos como de costumbre tarde hacia el lugar de encuentro. Los nervios de nuevo crecieron súbitamente por entre las manos sudorosas. El saludo de dos amigos.

El asunto se resolvió en un principio con planos generales del lugar para no levantar sospecha alguna. Es más, lo hice desde la esquina diagonal al objetivo y a una distancia bien prudente.  Allí el zoom de la cámara hacía lo suyo y el sonsonete del pasar de los carros ponía la melodía desafinada.

No estaba muy seguro de entrar sin preguntar nada. Quería hacerlo de la mejor manera. Pero tal vez la mejor manera no era la indicada. Es decir, quería entrar allí con cámara en mano a lo Michael Moore, pero me temblaba el pulso pensar en lo que nos harían o si  no pudiese recuperar la grabación.

De mi indecisión no quedó más que un 'carisellazo' de esos verbales.

- ¿Marica será que entramos así de una?...le dije a Camilo un poco ansioso.

- Usted verá men - me contestó sin sonar muy convencido.

- No sé. O hablamos con el administrador?

-Pues hágale- dijo Camilo con algo de alivio.


Mientras se decidía el modus operandi,, uno de los meseros cruzó hacia el andén de enfrente y miró de reojo. Seguido le hizo un guiño al vigilante de seguridad privada del edificio. Se volvió y esta vez nos miró sin disimular su fastidio porque estuviésemos allí afuera con dos cámaras en la mano y apuntando hacia ángulos sospechosos.

-Nos estaba mirando cierto? - pregunté nervioso.

-Sísas. Ese man le dijo algo al vigilante - su voz ya tenía algo de preocupación.

- No parce, es mejor que guardemos las cámaras. Eso alarma mucho. Acompáñeme yo hablo con el administrador.- propuse al ver la situación

- Vamos- accedió sin más alternativa.

Entramos a la atmósfera de la asepsia. El aire acondicionado entró en la sangre. Y como es típico de cualquier servicio, busqué respuestas y encontré preguntas.

- Buenas, para hablar con el administrador-
Seguido una mujer llamó al encargado de señalarme que en la esquina se encontraba el sujeto que buscaba.

Caminé lentamente hacia él y le indiqué a Camilo que se sentara en la mesa de al lado. Él estaba ensimismado en su McFlurry. Mientras practicaba mis líneas en la cabeza aquel hombre comía su hamburguesa con tranquilidad.

- Buenas. ¿Usted es **** *****, el administrador?

- Sí claro. Mucho gusto. Yo soy **** *****. ¿Qué necesitas?

- Mire viejo. Yo estudio Comunicación ...(bla bla bla)

- Ajam...contestó **** **** mientras se limpiaba los dedos con una servilleta.

- Y pues lo que pasa es que yo quisiera saber si habría algún problema en que yo trajera a un indigente a comer acá en McDonalds.

- Mmm... el sujeto no sabía cómo empezar a responderme. Optó por unos instantes de silencio y se despachó con el siguiente discurso:

Haber...Daniel es tu nombre cierto?...Mira Daniel, lo que pasa...aunque de antemano te digo que es muy linda la obra de caridad que estás haciendo, yo por cierto también he hecho muchas veces en mi vida. Pero la empresa tiene unas reglas que yo no me puedo saltar, cierto?. Esto es un restaurante donde viene gente normal. Además qué van a pensar. Ellos no van a entender lo que tú quieres hacer. Ahí sí se me sale de las manos. Pero entiéndeme. A mí me encantaría. Y sigue haciendo esas obras de caridad. Son muy bonitas.

En ese momento, entendí que debí haber entrado con cámara en mano y con aquel indigente a mi lado. Esa reacción la hubiese pagado cualquiera. El enfrentamiento de la degradación del ser humano con la pretensión de lo divino. De lo perfecto. El capitalismo en sus dos expresiones contradictorias. O se tiene mucho o no se tiene nada. Los puntos medios de la estructura son los pilares que evitan los colapsos ante la especulación de unos y el despojamiento de otros. McDonalds es el símbolo de muchas cosas, pero quería comprobar aquella tarde si también era el símbolo de la segregación. Y descubrí que allí sólo comen personas normales. Y pues, según lo que nos dicta la vida y el administrador **** *****, los indigentes no son personas normales. Es más dudo que sean personas.


Obra : American influence.
Autor: Bansky.

Comentarios

  1. Cuando de un buen escritor y periodista se trata, no hace falta cámara para creer en los hechos. Esa es la verdad deshumanizada de la economía y es contra lo que hay que ir.

    Muy interesante su escrito parcero!

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  2. Saint gracias parcero!
    Sabe que siempre son impotantes sus comentarios. Siempre precisos y oportunos.
    Gracias por creer en lo que escribo. Usted sabe que ese cuento es mutuo.

    Un abrazo

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  3. Hace poco alguien me enseñó que este es un sistema binario, somos ceros (0) o somos (1) pero no hay decimales.

    Creo que otro ejercicio intersante sería enviar al indigente con un billete de $50.000 a ver si aun con plata al administrador le sigue pareciendo una persona a-normal.

    Y ese es el trato que merecen las personas... "I'm lovin it" (no podía ser mejor el slogan de la empresa)

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  4. Todo no es mas que la doble moral que hoy se maneja en una sociedad que perdio los valores, donde la mentira y el robo se han convertido en la falsa moneda que manejamos todos los días como si fuera legítima.
    Es que falta valor para condenar el mal y practicar el bien.

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