Los anónimos de la niebla...



Fotografías de Rodrigo Grajales


Primer momento

Cuando entré al área de exposición estaba colmada de personas. Súbitamente leí el título: ‘N.N’ – Noche y Niebla. Enseguida eché un vistazo a sus autores (entre los que estaba mi profesor de fotografía), y empecé a recorrer el sitio.

En un principio me temo que no pude entender qué relación había entre aquel seductor título y su repertorio de imágenes. Tenía una leve sensación de ansiedad cultivada por aquella inquietud que sólo hasta el final pude entender.

A simple vista, noté un dramatismo netamente intencional a través de tonos grisáceos y oscuros. Pero aún no sabía con qué motivo. A simple oído escuché los comentarios curiosos de una que otra pareja que respiraba a mis espaldas, pero aún no encontraba su conexión. Y acudiendo a la capacidad de análisis, estaba demasiado lejos de entrever la trenzada cadena de acontecimientos puestos uno detrás del otro, finamente encajados pieza por pieza como un rompecabezas infinito de desgracias.


Segundo momento

Terminé la tanda de fotografías y empecé a leer el reportaje inscrito en la pared. Empezaba por explicar el lugar geográfico de aquellas imágenes, una población risaraldense a las orillas del río Cauca conocida como Beltrán. Seguía en su curso dando un contexto que delimitaba la historia al ritmo del argumento y antecedentes históricos de peso. Era el inicio del clímax propio y el producto final de un trabajo arduo. Entendía que los N.N de los que hablaban eran esas víctimas infortunadas a las que feroces victimarios tiraban en la inmensidad del río Cauca sin pudor ni respeto alguno.

Mi asombro aumentaba línea tras línea, a la par que un sentimiento de impotencia se adhería con frenesí a las más profundas fibras. Dicen que la proximidad de las tragedias humanas es directamente proporcional al sufrimiento que sienten los seres cercanos. Mientras seguía leyendo, viví en carne propia aquel sabio refrán.

La historia se tornaba más cruda y la lectura se hacía más inquietante. Las entrevistas a personalidades del pueblo fueron la estocada final de la barbarie y el punto de ebullición de la melancolía. No paraba de preguntarme qué tipo de seres humanos eran capaces de tanta frivolidad, no cabían en mi cabeza los amargos relatos de doña María Inés Mejía cuando cuenta la historia del niño que encontró amarrado a un mazo de piedra con un alambre de púas en su cuello, o la mujer embarazada a la que le sacaron su hijo y todos los órganos por su vagina. Sumándole a esto, las historias de las intensas búsquedas de familias enteras que encontraban a sus seres queridos en las orillas arenosas de Beltrán, los cuales puestos en lágrimas, en gemidos de dolor y gritos de desespero, tenían que reconocerlos a pesar de estar hinchados por el agua, sin algunas de sus extremidades y pálidos debido al estado de descomposición de los cuerpos.

Anímicamente tenía un taco entre los pulmones. Quise justicia para todos. Quise reparación a los familiares de las víctimas. Quise indicios para encontrar a los miles de desaparecidos que crecen en Colombia como crece el número de familias que guardan la fiel esperanza de hallarlos para un duelo digno y memorable. Quise que los violentos entendieran que no tienen el derecho de andar quitando vidas por deporte.




Tercer momento

Desperté al refrescar la memoria. Recordé con recelo que vivo en el país del Sagrado Corazón de Jesús, donde no hay desplazados sino migrantes como dice José Obdulio, donde se extraditaron a Estados Unidos a los culpables de las más salvajes masacres sin antes rendirle cuentas a los familiares de las victimas, donde paramilitar y guerrillero son dos cosas distintas, donde la sangre de inocentes se derrama en falsos positivos y el Ministro de Defensa es nombrado el personaje del año, donde quien no está con Uribe está en su contra y es un terrorista con ‘corazoncito’ de las FARC…


Allí aclaré mis interrogantes. Porque Colombia es un país de gente hermosa, porque el riesgo es querer quedarse como dice la publicidad, porque pervive la más exquisita mezcla de culturas, los recursos naturales más vitales, por que ha dado a luz los periodistas y literatos más valientes de Latinoamérica…pero esta patria que siento adentro también son sus muertos, sus injusticias, sus desequilibradas formas sociales, su clientelismo mordaz, su cultura mafiosa, su manso compromiso con la verdad y su virtud ineludible del olvido. Porque aquí se vive con la impunidad como el pan de cada día. Y aunque se han hecho grandes esfuerzos, aún la justicia resulta ser insuficiente.


En este orden de ideas, pensé que nuestra bandera le vendría bien una reforma. Ya que el amarillo son las riquezas en todas sus denominaciones y el azul son sus océanos y demás, su franja roja es tan angosta que no alcanza a rendirle un homenaje digno a la sangre de todos los inocentes.


“…en algún lugar de Alemania la sonrisa desdentada de una vieja calavera sonríe suavemente. Son los restos de un señor Himmler quien, en un rapto de arrobadora poesía, inventó el término "NN", Noche y Niebla, para designar el destino de las víctimas de aquel espantoso sacrificio”

Marcelo Dos Santos

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