Cartas a mi abuelo

¡Sorpresa!

Apuesto a que no te esperabas esto. Subí pensando en que todo el mundo vestía de blanco, que había gente con alas en la espalda, que encontraría a Daniel el de los leones, o a los leones sólo para comprobar que no les gusta la carne de los que nos llamamos con ese nombre, cosas así. Pensé que estarías en alguna tertulia de escépticos o riendo con tu madre, Magdalena. Al llegar, no encontré a nadie en la portería, imagino que debe ser porque no trabajan en Semana Mayor. Anduve un rato por un jardín parecido al tuyo, vi árboles con manzanas que tenían letreros de prohibido comer de este fruto y de rapidez vi a un sujeto sentado a la sombra del mismo árbol mientras una manzana caía justo en su coronilla. Pensé en que no había aviso de prohibido para los frutos caídos, tal vez debe funcionar igual que aquí, siempre te dicen que si ves un fruto en el piso no te lo comas, puede hacerte daño. A veces uno se siente el fruto en el piso, a veces el que lo levanta y casi todas las veces el que se lo come. 

Al fin te vi. Andabas por ahí con una copa del casillero del diablo y divagando en el humo de un puchito más, uno solamente. Caminando y anunciando versos de algún poeta maldito. Interrumpí. 

Me ofrecieron un vuelo directo, sin escalas. Me prometieron conocer tus días recientes, tus lienzos más frescos. He llegado finalmente al lugar que me han traído los sueños, el único lugar en que tu eco no sale de mi almohada, donde ya no eres la partecita de atrás de una novela tirada debajo de la cama y devorada por el comején. 

Ahora busco pasar el día contigo, disfrutar de tus silencios. Abajo hace mucho ruido y a veces me quedo sin saber qué hacer en la mitad de la calle mientras el tráfico no se detiene, los semáforos siguen siendo los semáforos y las personas ya no son personas. Vengo a que me digas qué hacer, cómo moverme sin ser notado, cómo bajar los tacos sin afectar el alumbrado público. Vengo a que me enseñes a ser otro, otro de una debilidad menos confesada, más oportuna. Vengo a que me enseñes a vivir ahora que estás muerto. 

No puedo demorarme. Están anunciando el vuelo 3111 y van en el segundo aviso. Te traje un abrazo en tu aniversario, vine como corresponsal, vine de oportunista, de imprudente, de terco. Vine porque abajo el mundo se traiciona desde el desayuno y pensar en ti es la mejor forma de desayunar. Vine no para negar tu ausencia, vine para sobrevivirla. 

Los pasajeros del vuelo 3111 con destino a la Tierra favor pasar a la sala de abordaje. Último aviso.

Les hablaré de ti. Les haré sentir tus palabras. Sigue en lo tuyo, sigue descubriendo la razón de ser de las nubes. Sé que me espera un vuelo en picada, un cambio de atmósfera, una despresurización del alma. Pero también sé que te veré pronto, en un semáforo, en los peatones. 

Salí.

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